20 d’ag. 2010

es que como no se titule título, mal vamos...

Mira, yo siempre escojo el título al final. Que ¿por qué?, porque siempre me han gustado las cosas al revés. No es que empieze la casa por el tejado, al contrario! Pero improviso, voy haciendo sin intenciones, y cuando creo que ha llegado el final, lo acabo. La guinda, eso es el título. Miro mi texto del derecho, del revés, de costado incluso, y entonces, poniendo una cara de Arguiñano -rabiando porque todavía no le ha metido perejil, y no puede reprimirse- decido el encabezado que resumirá mi creación. Eso que hará que mi estimado lector se decida o no a leer. Eso que lo hará caer en la trampa o bien que, si no lo escojo con gracia, simplemente pase y le de pereza incluso ponerse a leer.